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miércoles, enero 31, 2007

Aquel tiempo en que éramos mejores ...

Rapsodia en gris
Por Joan Cerdá


Árbitros. Un mundo aparte en el universo del baloncesto. Un planeta cerrado, al que se mira con recelo y a veces, con algo de desprecio. " No fueron jugadores, no entrenan, no los quieren para directivos ni sirven como delegados ". Incluso los jugadores y entrenadores más calmados despachan el asunto con un "... déjalos. En la pista son más fuertes que nosotros y de nada sirven los enfrentamientos ".
Pero no es mi intención propinar un soberbio capón a la clase arbitral. Al contrario: Los juicios anteriores sólo deben aplicarse a quienes arbitran sólo por afán de protagonismo o en busca del cada vez más crecido " recibo "-esa crisis...-olvidándose que juegan con el dinero, las ilusiones, e influyen decisivamente en la formación de los más jóvenes.
Quiero dedicar estas líneas a plasmar mis recuerdos y anécdotas teniendo al color gris como común denominador. Quiero recordar con cariño y nostalgia a unos hombres que, seguro, arbitraran y arbitran aún por algo más que unas pesetas. Otra constante será el referirme sólo a hechos acaecidos en categorías inferiores. Algunos nombres serán de sobra conocidos, otros no pasaron de pitar escolares.
Para empezar, un hombre que llegó a la cumbre, Vilagrasa, D. Mateo. Uno de los mejores arbitrando juniors. Antes del partido, se tomaba la molestia de calentar. Durante el encuentro, corría como el que más. Mostraba el mismo interés y profesionalidad que si estuviera arbitrando a los grandes de la Liga. Muchos jugadores aprendieron con el a defender una línea de fondo, sabía aguantar con cuatro faltas al mejor jugador del equipo débil. Era, en suma, un educador. Para él, era lo mismo un modesto junior que la deslumbrante Liga. En cambio, de Carlos Bagué, el mejor sin discusión, no es precisamente un especialista en categorías inferiores. Aun recordamos un encuentro de minibasket, disputado en Mataró, en el que consiguió hacer llorar de rabia y tristeza a unos jugadores de " mini ", señalándoles varias faltas intencionadas y demostrando unos modos válidos para hombres pero no para niños. Otro que tampoco servía para estas categoría era José María Gavaldá, que pasaba muchísimo de los jugadores durante el encuentro, llegando incluso al sarcasmo. En la misma línea, Torrent, siendo su especialidad no moverse del centro de la pista, imaginando sus decisiones, más que viendo. En cambio, Torrent junior apunta unas excelentes maneras.
Uno de los casos más excepcionales lo protagonizó Velasco, hace unos pocos años; es la única ocasión en que el árbitro, en vez de resultar agredido, arremetió contra un jugador del club deportivo Layetano. Claro que era un equipo de Tercera... El castigo, una simple amonestación. Otro árbitro merecedor de figurar en estas líneas es el " primera B " Ollero, buen árbitro a nuestro juicio, y un excelente juez en categorías inferiores. Su principal característica es una fortísima personalidad, que a veces roza la chulería. No permite la más mínima protesta a los jugadores. Sin embargo, cuando es él quien juega, protesta y se queja hasta aburrirse al árbitro. Es de lo más difícil quitarle a Ollero...
Los de a pie
Son personas, árbitros que jamás coronaron su sueño. Se quedaron encallados en la mañana del domingo, pasando frío buscando el rinconcito donde tocaba el sol, atizándose el típico carajillo con los auxiliares de mesa, viejos conocidos. Juvenil, después el junior y a sufrir con los indomables seniors de tercera... Era la rutina amada. Porque aquellos árbitros amaban su papel. Disfrutaban y, durante unas horas, eran seres importantes. Quién no recuerda a Balasch (viejo conocido de los aficionados catalanes) con su bocata de chorizo, su faria, su perro y su eterna sonrisa... Tenía una peculiar manera de arbitrar. El diálogo era constante y positivo; jamás se le escapaba un partido.
Remontándome a mi época de jugador escolar, recuerdo la extrañeza que nos causaba a todos la peculiar manera de arbitrar de un joven colegiado. Creo que si fallecido era Calvo. Gesticulaba, saltaba al señalizar las faltas, adoptaba unas posturas la mar de raras. A nosotros, aun niños, todo aquello nos parecía muy de yankilandia. Años después nos dimos cuenta de que nos habíamos encontrado con el primer árbitro que vibraba con su cometido, que se integraba en el juego. Desgraciadamente, se retiró muy pronto, habiendo podido llegar muy lejos.
Llega un momento en que la anécdota, dulce o agria, sustituye al nombre propio. Un árbitro que llegó a figurar en Primera " B " consiguió chamuscarse los bajos de los pantalones, ante el regocijo general, al intentar secar con gasolina una cancha húmeda; el secreto de su éxito, encender el fósforo y quedarse medio del combustible. Otro colegiado señaló técnica a un jugador que se encontraba a sus espaldas por un presunto corte de mangas. Claro como como el árbitro era estrábico, su visión marginal le permitió tal hazaña, suponemos... Los más veteranos sienten una especial debilidad por el " calentamiento solar ", que consiste en no moverse del pedacito de pista donde a las nueve de la mañana ya calienta el sol. Otros, para estar en mejor forma, no tienen inconveniente en castigarse con unos buenos cigarrillos antes de que se inicie el partido de los seniors.
Unos son caseros, otros suicidas. " Un tiro y remate... " anuncian alguna vez. Me acuerdo del taxista, del abuelete, del " Íñigo ", tampoco podía faltar " pesadez ". Son parte de nuestra familia, compañeros de victorias y derrotas, robos y regalos. Son los emperadores del domingo, reyes por unas horas de unas canchas cubiertas tan sólo por el aire y las estrellas.